Hay que adoptar una visión amplia del patrimonio y del reconocimiento del patrimonio rural como recurso turístico y motor del desarrollo sostenible, ya que parece ser que se está asistiendo a una progresiva concienciación del valor patrimonial de las infraestructuras territoriales de carácter histórico que vertebran el campo y la montaña.
El patrimonio no sólo se hereda, sino que al ser asumido como tal por quienes lo utilizan y lo disfrutan, constituye un recurso cultural, social y económico y dadas sus características especiales de gran contenido histórico y simbólico, debe ser puesto en valor siempre bajo principios basados en el respeto a sus características. Como potencial recurso económico, se debe asumir la responsabilidad de mejorar e incrementarlo de manera que es fundamental una adecuada administración y, como recurso social, le reclama a las diferentes disciplinas diferentes formas de actuar.
En el estudio del patrimonio, cobra entonces, una especial importancia el conocimiento adecuado de los recursos no sólo como un inventario de bienes culturales, sino como una interpretación global e interrelacionada de los mismos. Por lo tanto, hay que "interrogar" a este objeto cultural para descubrir sus misterios, preguntarle cómo vivió, a quien sirvió, cuál era su lugar en los usos de la sociedad en la que estuvo integrado, cuál era el espíritu del tiempo en que fue realizado o pensado, etc.
El patrimonio como recurso aparece fuertemente vinculado a la gestión del medio ambiente urbano y natural de la ciudad. La relación entre ambos permite hablar de desarrollo sostenible en el uso de sus recursos y en la distribución social y territorial de los beneficios económicos, sociales y culturales. El patrimonio es sin duda un recurso potencial de primer orden en la planificación territorial y constituye un buen punto de partida y un pilar básico desde el que se puede valorar y entender su preservación y gestión.
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