Es más que probable que nadie se sorprendiera cuando en 2006 la National Geographic Society recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Aunque, después de todo, no deja de ser curioso: ¿Una institución americana dedicada a la geografía y con nombre en inglés?... ¿Cómo es posible tanta fama en una sociedad así, reconocida en prácticamente todo el mundo como una de las más influyentes a la hora de crear y difundir conocimiento sobre el planeta y sus habitantes?
No es fácil encontrar una explicación, pero seguramente una encuesta de urgencia nos daría enseguida un resultado casi unánime: su éxito radica en su revista, hoy escuetamente llamada National Geographic, sea cual sea el idioma en que se edite. De hecho, a finales de 2013 ya se publica 40 idiomas. La revista tiene una tirada total de diez millones de ejemplares mensuales, cada trimestre se editan además suplementos en forma de mapas y documentación complementaria que enriquecen aún más su contenido. The National Geographic Magazine, como se llamaba en origen, se constituyó inicialmente como el órgano oficial de la National Geographic Society, una institución fundada en Washington en el año 1888. En octubre de ese mismo año apareció el nº 1 de la revista, que se viene publicando mensualmente desde entonces de forma ininterrumpida. Los primeros diez años de la nueva publicación no auguraban el éxito que vendría más tarde; su contenido era demasiado técnico, con artículos cortos y densos, sin ilustraciones. Pero en 1899 es nombrado editor Gilbert Hovey Grosvenor, yerno de Alexander Graham Bell y presidente de la Sociedad desde 1897. Grosvenor profesionaliza la revista y aumenta en pocos años la circulación desde los mil ejemplares mensuales de los inicios, hasta cerca de los dos millones. ¿Cómo lo hizo? Sencillamente, publicando trabajos más extensos en los que predominaba la imagen, con fotografías cada vez más espectaculares y textos más sencillos. El contenido se hace, además, más atractivo y asequible, con temas espectaculares que despertarán la imaginación aventurera del lector profano. De hecho, ya en los primeros años del s. XX la revista comenzaba a ser famosa por la cuidadosa selección de fotografías y esquemas que incluía en sus páginas. Algo que con el transcurso del tiempo y la colaboración de los mejores especialistas no ha hecho más que mejorar de forma espectacular, en paralelo con el éxito creciente de su publicación.
Nadie duda de que se trata de un fenómeno editorial único, y seguramente irrepetible, también existe la versión digital (renovarse o morir), pero, sorprendentemente, eso no ha hecho que se reduzca la tirada total de ejemplares en papel. Todas estas cifras son, cuanto menos, espectaculares, sobre todo si se considera que la revista celebró su 125 aniversario en octubre de 2013. Las sucesivas renovaciones, inevitables debido a los gustos cambiantes del público lector a lo largo de tanto tiempo, no han perdido nunca de vista el diseño inicial, que sigue manteniendo, corregida y aumentada, la enorme riqueza de ilustraciones y fotografías reales que tanto han contribuido a su éxito en los últimos decenios. Los textos se centran cada vez más en la investigación del mundo natural, aunque sin dejar de lado los problemas ambientales que se detectan por doquier. Y de repente, la inmensa mayoría de los lectores comprendemos que no conocíamos prácticamente nada de nuestro propio mundo, cada vez más agobiado por los modernos problemas relacionados con la superpoblación y la contaminación, pero al tiempo portador de paisajes y vivencias tan insólitos como atractivos. Además, precisamente gracias a su revista, pudimos saberlo prácticamente todo de la actividad realizada por la Sociedad que la edita. La National Geographic Society es hoy una de las más importantes instituciones científicas, educativas y divulgativas del mundo, y lo que resulta más sorprendente, por estar nada menos que en Estados Unidos, es que se trata de una institución sin ánimo de lucro, en la patria del capitalismo el altruismo de una sociedad cultural y divulgadora resalta aún más por infrecuente.
La Sociedad nació de una reunión de personas muy variopintas, desde geógrafos, cartógrafos y exploradores, hasta abogados, militares y banqueros. En total 33 personalidades a cual más dispar, que durante una tarde de los primeros días de enero de 1888 debatieron acerca del estado de su país, y por extensión, del mundo conocido y por conocer. De aquella discusión surgió la idea de apoyar "el crecimiento y la difusión del conocimiento sobre la geografía", mediante algún tipo de asociación que realizara trabajos encaminados a ese fin. Pero enseguida quedó claro que aquello no había sido precisamente una simple charla de café, muchos de los reunidos se lo tomaron tan en serio que en ese mismo mes de enero, apenas un par de semanas después de las discusiones iniciales plantearon de nuevo al grupo un proyecto de estatutos de lo que iba a ser la National Geographic Society. Hoy, más de 300 millones de personas tienen acceso cada mes a los distintos productos que elabora: no solo la mundialmente famosa revista sino otras publicaciones específicamente relacionadas por una parte con los viajes, la aventura y con los niños y la infancia, sin olvidar la exploración avanzada y los canales de televisión, amén de numerosos documentales para el cine y televisión, programas de radio, libros, vídeos, mapas y documentos de todo tipo.
Pero, ¿de dónde sale el dinero para tantas cosas? Lo cierto es que al tratarse de una entidad sin ánimo de lucro, la Sociedad vive de sus propios ingresos, inicialmente basados en los beneficios derivados de la espectacular tirada de su revista y de la publicidad que contiene, siempre controlada en cuanto al contenido. Pero al no tener ánimo de lucro, los beneficios generados se destinan a sufragar nuevas actividades, estudios y expediciones, mediante becas y fondos para todo tipo de proyectos. El éxito continuado de la Sociedad durante tantos años no es obra de una sola persona sino de un equipo inicial de visionarios que supo construir para el futuro un andamiaje de buen hacer que les ha sobrevivido ampliamente.