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lunes, 9 de noviembre de 2015

El paisaje rural como patrimonio


En cualquier paisaje rural, junto con las variables físicas del territorio encontramos los espacios específicamente productivos, agrarios, ganaderos y silvícolas. además de otros complementarios, sobre los que se asientan diferentes tipos de organizaciones y artefactos del más variado tipo, desde los conjuntos habitados hasta los elementos menores, que llegan o no, a carácter de edificio, y que no responden precisamente al desarrollo específico de las actividades tradicionales de cada lugar. 

Estos elementos permiten caracterizar, junto con la casa rural tradicional, aislada o concentrada en un lugar, aldea o pueblo, el ámbito territorial concreto donde se sitúan. A ellos deben sumarse aquellas organizaciones edificatorias que acogen las instituciones rurales que atienden particularidades concretas de cada territorio. Estos elementos de paisaje rural podrían denominarse geográficos y en este sentido los geógrafos los incorporan a sus análisis y estudios. Pero también se deben entender estos elementos y organizaciones desde el punto de vista arquitectónico ya que habitualmente se incluyen en los estudios de arquitectura popular. La consideración y valoración de los diferentes aspectos de nuestro patrimonio cultural, específicamente arquitectónico, ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, pasando desde los conceptos del bien singular y monumento, a las agrupaciones, jardines, conjuntos, lugares históricos y zonas arqueológicas y sus áreas de protección.

Concretamente, la protección del llamado patrimonio etnográfico, donde podemos incluir toda la serie de arquitecturas tradicionales en el amplio sentido anteriormente definido, se incluye en la legislación española por primera vez en la llamada Ley del Patrimonio Histórico Español del 1985 que en su título VI define los bienes inmuebles de carácter etnográfico como "aquellas edificaciones e instalaciones las cuales el modelo constructivo sea expresión, de conocimientos, adquiridos, arraigados y transmitidos consuetudinariamente y la factura se acomode en su conjunto o parcialmente, a una clase, tipo o forma arquitectónicos utilizados tradicionalmente, por las comunidades o grupos humanos."


A nivel internacional, la UNESCO ha incorporado un nuevo concepto de patrimonio cultural, de carácter territorial, con la denominación de Paisaje Cultural, que aún no tiene reflejo en las diferentes legislaciones de patrimonio cultural que se desarrollan a nivel de las administraciones autonómicas. Se define como tal a aquellos paisajes o territorios que constituyen una armónica combinación entre la obra del hombre y la obra de la naturaleza. 


lunes, 31 de agosto de 2015

Los caminos de montaña y su patrimonio

Cuando se mencionan los caminos de montaña y el patrimonio, inevitablemente, entra en escena este concepto que conocemos todos como sostenibilidad ya que forman una trilogía indisoluble. El informe Brundtland de 1987 define la sostenibilidad como el modelo de desarrollo humano que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Los senderos y el patrimonio asociado a ellos, el entorno y espacio físico, son fundamentales en esta sostenibilidad y por ello la Carta Española de las Montañas (2002) establece que los espacios naturales son enclaves de gran importancia para garantizar la protección de las montañas y demostrar la consecución de un desarrollo sostenible. 

Los senderos y caminos no deben contemplarse únicamente desde el punto de vista de la actividad deportiva, en este caso el senderismo y nuevas modas; no hay que olvidar que el medio geográfico tiene una riqueza no sólo natural o paisajística, sino también histórica, cultural, patrimonial y etnográfica. A la hora de estudiar un territorio como sistema de elementos (naturales-artificiales) sobre el que el ser humano desarrolla su actividad vital, y que por tanto es modificado por su acción en función de sus necesidades e inquietudes, es ineludible incluir como un factor de análisis más lo que llamamos patrimonio. Cada comunidad posee un entramado cultural propio, derivado de su forma de vida en un ámbito espacial determinado que le proporciona su identidad distintiva, tanto en la relación con los grupos sociales vecinos, como en comparación con territorios más lejanos. 

Las tendencias actuales de globalización inducen a valorar pautas culturales provenientes de civilizaciones ajenas además de homogeneizar la cultura según el modelo occidental, en detrimento de lo autóctono, lo propio y lo cotidiano; ante esto, desde el ámbito de trabajo del desarrollo rural se aboga por la rentabilización del valor de la diferencia que tienen las culturas e identidades locales. La red de senderos, sobre todo en las zonas montañosas, sirvió para estimular la vida económica y social de las comarcas situadas a mayor altitud siendo vitales para su comunicación, y, por tanto, para su subsistencia. De ahí la enorme importancia de los caminos que, no sólo servían como vínculo económico, sino también como vínculo de comunicación social. La historia de la humanidad es la historia de los caminos y por ello en el devenir de los años se han transformado, utilizado, creado y abandonado en función de las poblaciones a las que daban un nexo de unión. Son un importante legado cultural y una forma de vida que ha perdido su uso productivo anterior (forestal, agrícola y ganadero), también los antiguos caminos de herradura se han abandonado por los modernos transportes actuales. 

Precisamente, este cambio debe servir para valorizar los caminos de montaña y su patrimonio, aprovechando un cambio de uso hacia otras emergentes desde un punto de vista racional, sostenible y de profundo respeto por el medio ambiente, lo que redundará en el desarrollo rural donde están insertados, ya que es absolutamente necesaria la implicación de la población local para la conservación y mantenimiento. En definitiva, el senderismo permite acercarse al mundo rural y al medio natural como una adecuada puesta en valor del patrimonio, aprovechando los caminos de montaña que, en muchas ocasiones, son viales milenarios que han acercado al hombre en su relación con el entorno donde vive. 

lunes, 22 de junio de 2015

Los márgenes de piedra seca

El arte de la construcción de piedra en seco es una muestra de arquitectura popular extraordinaria, que está muy presente en nuestro paisaje al mismo tiempo que lo modela, convirtiéndose en un claro ejemplo de adaptación arquitectónica en el medio natural. Los márgenes permiten cultivar terrenos con pendientes pronunciadas y aumentar así la superficie cultivable tras costosos trabajos. Retienen el suelo minimizando la erosión y son un excelente regulador hídrico; aprovechan el agua de la lluvia a la vez que permiten el drenaje en caso de precipitaciones de carácter intenso.

Muchas veces era el propio agricultor el que se encargaba de hacer el margen con pocos medios y mucha, pero mucha paciencia, aunque también había especialistas. Para ilustrar la dureza de este trabajo simplemente vale decir ese dicho popular que reza que no s'es bon margenador, fins que no s'han canviat totes les ungles de les mans quatre voltes.

La construcción de un margen comenzaba con la limpieza de la vegetación y el amontonamiento y clasificación de las piedras que se iban a utilizar según su medida. A partir de una base que se solía hacer con las piedras más grandes, a fin de no tener que moverlas demasiado, o bien encima de una roca o de tierra firme, comenzaba a levantarse e iban colocando sin ningún tipo de mortero las piedras, que a menudo entraban a golpe de martillo. A medida que avanzaba la construcción, en la parte de atrás se ponía el ripio y en la última hilera se colocaba piedra más grande para ganar en estabilidad y solidez. La tierra del bancal, que en terrenos desagradecidos incluso se llevaba de otros lugares, se asentaba bien a golpes hasta que estaba a punto para ser cultivada. Cuando la piedra era demasiado abundante se depositaba en montones para que no molestara. 

Hay una gran variedad de márgenes, por eso suelen decir que no hay dos dos iguales. Una buena clasificación es según su verticalidad:
- Aplomados: son márgenes verticales que no suelen alcanzar más de un metro de altura.
- Ataludados: construidos con inclinación favorable al bancal, son más resistentes a la presión de la tierra y el agua y pueden alcanzar hasta seis metros de altura.
- Escalonados: cada ciertas hileras de piedras se dejaba unos centímetros de separación. 
Por otra parte, también podemos clasificar los márgenes de piedra seca según su alineación longitudinal:
- Desalineados: puede que sean los más viejos o los más mal construidos.
- Rectos: habitualmente los encontramos en terrenos más llanos o en bancales más recientes.
- Curvados: se adaptan a las curvas de nivel del terreno, son los más prácticos y bonitos por sus formas redondeadas. 

Para buscar los orígenes de las construcciones de piedra en seco habría que remontarse a la prehistoria, hacia el año 3.500 a.C, que se inician los megalitos en nuestras. Progresivamente fue perfeccionándose la técnica en la cultura mesopotámica y prehelénica y helénica. La cultura de los íberos nos dejó un valioso patrimonio aún hoy visible en muchos yacimientos de nuestro entorno. También, los romanos con su labor en los campos, pueblos y ciudades, y los árabes, que destacaron sobre todo en las construcciones hídricas, dejaron una huella imborrable. Tras la conquista cristiana en el s. XVI se produjo un fuerte aumento de las tierras de cultivo, pero a partir de la expulsión de los moriscos en 1609, se inició un periodo de decadencia que se prolongó intermitentemente durante los siglos XVIII y XIX. A mediados del s. XIX la expansión de la viña provocó el abancalamiento de nuevos terrenos cultivables y hubo que romper montañas para crear los "masets" o viñedos de montaña. Esta actividad continuó durante todo el siglo XIX. Llegados al s. XX la construcción de márgenes de piedra seca decayó definitivamente después de los duros años de la posguerra civil, tras la cual el abandono y deterior de este extraordinario patrimonio ha ido acentuándose hasta nuestros días (Miguel Angel Martí. El paisatge de la pedra en sec a Benafigos. VII Jornades Culturals Plana de L'Arc).

Los márgenes hoy todavía continúan reteniendo el suelo y evitando la erosión, favoreciendo así la aparición de la cubierta vegetal. Es un patrimonio olvidado y difícil de mantener, ya que con la desvalorización de la agricultura, los propios agricultores no pueden permitirse reparar los derrumbes de unas tierras que casi no producen ni dan rendimiento. La solidez de estas construcciones ha hecho que perduren hasta nuestros días, y su protección y conservación se hace necesaria para evitar su más que probable desaparición. Las constantes agresiones, sobre todo por parte de empresas urbanizadoras que se encargan de sustituir los abancalamientos en las laderas de las montañas por apartamentos turísticos, urgen a tomar medidas para preservar este valioso patrimonio.

Los márgenes conforman un paisaje cautivador, que son una muestra del gran trabajo e ingenio de nuestros antepasados, que gracias a su prodigiosa técnica de construcción y su solidez han perdurado hasta nuestros días, lo que nos convierte en responsables directos de su mantenimiento y recuperación.