Cuando se mencionan los caminos de montaña y el patrimonio, inevitablemente, entra en escena este concepto que conocemos todos como sostenibilidad ya que forman una trilogía indisoluble. El informe Brundtland de 1987 define la sostenibilidad como el modelo de desarrollo humano que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Los senderos y el patrimonio asociado a ellos, el entorno y espacio físico, son fundamentales en esta sostenibilidad y por ello la Carta Española de las Montañas (2002) establece que los espacios naturales son enclaves de gran importancia para garantizar la protección de las montañas y demostrar la consecución de un desarrollo sostenible.
Los senderos y caminos no deben contemplarse únicamente desde el punto de vista de la actividad deportiva, en este caso el senderismo y nuevas modas; no hay que olvidar que el medio geográfico tiene una riqueza no sólo natural o paisajística, sino también histórica, cultural, patrimonial y etnográfica. A la hora de estudiar un territorio como sistema de elementos (naturales-artificiales) sobre el que el ser humano desarrolla su actividad vital, y que por tanto es modificado por su acción en función de sus necesidades e inquietudes, es ineludible incluir como un factor de análisis más lo que llamamos patrimonio. Cada comunidad posee un entramado cultural propio, derivado de su forma de vida en un ámbito espacial determinado que le proporciona su identidad distintiva, tanto en la relación con los grupos sociales vecinos, como en comparación con territorios más lejanos.
Las tendencias actuales de globalización inducen a valorar pautas culturales provenientes de civilizaciones ajenas además de homogeneizar la cultura según el modelo occidental, en detrimento de lo autóctono, lo propio y lo cotidiano; ante esto, desde el ámbito de trabajo del desarrollo rural se aboga por la rentabilización del valor de la diferencia que tienen las culturas e identidades locales. La red de senderos, sobre todo en las zonas montañosas, sirvió para estimular la vida económica y social de las comarcas situadas a mayor altitud siendo vitales para su comunicación, y, por tanto, para su subsistencia. De ahí la enorme importancia de los caminos que, no sólo servían como vínculo económico, sino también como vínculo de comunicación social. La historia de la humanidad es la historia de los caminos y por ello en el devenir de los años se han transformado, utilizado, creado y abandonado en función de las poblaciones a las que daban un nexo de unión. Son un importante legado cultural y una forma de vida que ha perdido su uso productivo anterior (forestal, agrícola y ganadero), también los antiguos caminos de herradura se han abandonado por los modernos transportes actuales.
Precisamente, este cambio debe servir para valorizar los caminos de montaña y su patrimonio, aprovechando un cambio de uso hacia otras emergentes desde un punto de vista racional, sostenible y de profundo respeto por el medio ambiente, lo que redundará en el desarrollo rural donde están insertados, ya que es absolutamente necesaria la implicación de la población local para la conservación y mantenimiento. En definitiva, el senderismo permite acercarse al mundo rural y al medio natural como una adecuada puesta en valor del patrimonio, aprovechando los caminos de montaña que, en muchas ocasiones, son viales milenarios que han acercado al hombre en su relación con el entorno donde vive.