El arte de la construcción de piedra en seco es una muestra de arquitectura popular extraordinaria, que está muy presente en nuestro paisaje al mismo tiempo que lo modela, convirtiéndose en un claro ejemplo de adaptación arquitectónica en el medio natural. Los márgenes permiten cultivar terrenos con pendientes pronunciadas y aumentar así la superficie cultivable tras costosos trabajos. Retienen el suelo minimizando la erosión y son un excelente regulador hídrico; aprovechan el agua de la lluvia a la vez que permiten el drenaje en caso de precipitaciones de carácter intenso.
Muchas veces era el propio agricultor el que se encargaba de hacer el margen con pocos medios y mucha, pero mucha paciencia, aunque también había especialistas. Para ilustrar la dureza de este trabajo simplemente vale decir ese dicho popular que reza que no s'es bon margenador, fins que no s'han canviat totes les ungles de les mans quatre voltes.
La construcción de un margen comenzaba con la limpieza de la vegetación y el amontonamiento y clasificación de las piedras que se iban a utilizar según su medida. A partir de una base que se solía hacer con las piedras más grandes, a fin de no tener que moverlas demasiado, o bien encima de una roca o de tierra firme, comenzaba a levantarse e iban colocando sin ningún tipo de mortero las piedras, que a menudo entraban a golpe de martillo. A medida que avanzaba la construcción, en la parte de atrás se ponía el ripio y en la última hilera se colocaba piedra más grande para ganar en estabilidad y solidez. La tierra del bancal, que en terrenos desagradecidos incluso se llevaba de otros lugares, se asentaba bien a golpes hasta que estaba a punto para ser cultivada. Cuando la piedra era demasiado abundante se depositaba en montones para que no molestara.
Hay una gran variedad de márgenes, por eso suelen decir que no hay dos dos iguales. Una buena clasificación es según su verticalidad:
- Aplomados: son márgenes verticales que no suelen alcanzar más de un metro de altura.
- Ataludados: construidos con inclinación favorable al bancal, son más resistentes a la presión de la tierra y el agua y pueden alcanzar hasta seis metros de altura.
- Escalonados: cada ciertas hileras de piedras se dejaba unos centímetros de separación.
Por otra parte, también podemos clasificar los márgenes de piedra seca según su alineación longitudinal:
- Desalineados: puede que sean los más viejos o los más mal construidos.
- Rectos: habitualmente los encontramos en terrenos más llanos o en bancales más recientes.
- Curvados: se adaptan a las curvas de nivel del terreno, son los más prácticos y bonitos por sus formas redondeadas.
Para buscar los orígenes de las construcciones de piedra en seco habría que remontarse a la prehistoria, hacia el año 3.500 a.C, que se inician los megalitos en nuestras. Progresivamente fue perfeccionándose la técnica en la cultura mesopotámica y prehelénica y helénica. La cultura de los íberos nos dejó un valioso patrimonio aún hoy visible en muchos yacimientos de nuestro entorno. También, los romanos con su labor en los campos, pueblos y ciudades, y los árabes, que destacaron sobre todo en las construcciones hídricas, dejaron una huella imborrable. Tras la conquista cristiana en el s. XVI se produjo un fuerte aumento de las tierras de cultivo, pero a partir de la expulsión de los moriscos en 1609, se inició un periodo de decadencia que se prolongó intermitentemente durante los siglos XVIII y XIX. A mediados del s. XIX la expansión de la viña provocó el abancalamiento de nuevos terrenos cultivables y hubo que romper montañas para crear los "masets" o viñedos de montaña. Esta actividad continuó durante todo el siglo XIX. Llegados al s. XX la construcción de márgenes de piedra seca decayó definitivamente después de los duros años de la posguerra civil, tras la cual el abandono y deterior de este extraordinario patrimonio ha ido acentuándose hasta nuestros días (Miguel Angel Martí. El paisatge de la pedra en sec a Benafigos. VII Jornades Culturals Plana de L'Arc).
Los márgenes hoy todavía continúan reteniendo el suelo y evitando la erosión, favoreciendo así la aparición de la cubierta vegetal. Es un patrimonio olvidado y difícil de mantener, ya que con la desvalorización de la agricultura, los propios agricultores no pueden permitirse reparar los derrumbes de unas tierras que casi no producen ni dan rendimiento. La solidez de estas construcciones ha hecho que perduren hasta nuestros días, y su protección y conservación se hace necesaria para evitar su más que probable desaparición. Las constantes agresiones, sobre todo por parte de empresas urbanizadoras que se encargan de sustituir los abancalamientos en las laderas de las montañas por apartamentos turísticos, urgen a tomar medidas para preservar este valioso patrimonio.
Los márgenes conforman un paisaje cautivador, que son una muestra del gran trabajo e ingenio de nuestros antepasados, que gracias a su prodigiosa técnica de construcción y su solidez han perdurado hasta nuestros días, lo que nos convierte en responsables directos de su mantenimiento y recuperación.