martes, 29 de abril de 2014

Los impactos de la Revolución verde en el Tercer Mundo


La agricultura y el mundo rural actual están muy lejos de lo que un día fueron antes de la irrupción de la Revolución verde, y no sólo en los países denominados "ricos", sino también en los subdesarrollados. Exceptuando los sistemas agrarios tradicionales, en la mayor parte del planeta triunfa una agricultura cuyo no es satisfacer las necesidades de alimentación de la familia y el comercio local, sino las de un mercado urbano que cada día abarca un porcentaje mayor de la población y en que están ausentes las tareas agropecuarias.

En los países "pobres" el impacto de la Revolución verde ha sido muy diferente, a pesar de tener mejores condiciones para la agricultura, depende para su alimentación de los países desarrollados. Los medios necesarios para la producción agrícola están controlados por empresas foráneas, además, los países ricos no sólo son autosuficientes, sino que son capaces de poner en el mercado de los países pobres alimentos a precios más baratos que los que ellos mismos producen. De esta manera, los campesinos de estas regiones están condenados a la pobreza. Una de las bases sobre las que se sustenta el problema del hambre en el mundo no es tanto el coste de transporte de los alimentos de un país a otro, sino que en los países pobres no hay dinero para adquirir unos alimentos producidos en el mundo desarrollado. Otro de los problemas de la agricultura en el Tercer Mundo es que los canales de distribución de los alimentos están en manos de grandes empresas con sede en los países ricos, en realidad son pocas, lo que les permite controlar el mercado. Estos mismos que abogan por el liberalismo económico en el comercio internacional, son los que conforman un monopolio, de hecho, sobre la distribución de los productos.



La tendencia en la agricultura en los países del Tercer Mundo es a abandonar la agricultura tradicional y dedicarse a la agricultura de plantación, pero el mundo desarrollado no necesita de la mayoría de sus productos. Los productos que estos países pueden ofrecer son alimentos exóticos y de lujo. Además, en caso de crisis económica, como la que sufrimos actualmente, son los primeros productos de los que se prescinde. Por otro lado, la agricultura tradicional es incapaz de alzarse como dominante en el mercado de sus países, por lo que acaba convirtiéndose en una agricultura de subsistencia, cuando debería de satisfacer la demanda de un mercado nacional, como ocurre con los agricultores de los países desarrollados (aunque esta afirmación también podríamos matizarla).



El mundo rural del Tercer Mundo está polarizado en tres sectores; los empresarios agrícolas dueños de las plantaciones, los jornaleros que trabajan en ellas y los agricultores tradicionales. Los avances de la Revolución verde en el Tercer Mundo pueden ser muy positivos pero siempre y cuando se desarrollen circuitos de producción y consumo locales y nacionales, ademas de intentar paliar esa enorme desigualdad de oportunidades existente, algo francamente difícil de conseguir. Y sólo una vez satisfecha la demanda interna es posible considerar la exportación.